Un día sentí la ilusión de andar por las calles de ‘Nada’, la que imaginó mi yo adolescente cuando leí a Carmen Laforet. Fue la mañana que paseé por la calle Muntaner al terminar la entrevista con un editor de relato. Recuerdo salir de aquel edificio blanco y andar hacia el paseo de Gracia sintiéndome muy feliz. Había podido compartir una hora de mi vida con un enamorado de la literatura. Con un intelectual de verdad. Con alguien que respondía a lo que espera de la ciudad. La ciudad del mercado de San Antonio al que acudí en dos ocasiones obedeciendo a mi padre para buscar números de Corto Maltés. Fue maravilloso saber que existía aquella Barcelona que yo nunca había logrado ver. Me conformé con catarla.
Reconozco ahora que mi desencuentro con la ciudad está justificado: yo le exijo mucho más de lo que ella, tacaña, me quiere dar sin recibir de mí nada a cambio.
Entrevista con Jaume Valcorva
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