Mi entrevista más querida

Mi entrevista más querida
Vicente y Ana Ferrer hablando conmigo

Aihona Garmendia . Soprano




Esta entrevista marcó el final de mi trabajo en la revista. Recibí un correo con órdenes cuanto menos cuestionables que me llevaron a levantar el teléfono y pedir explicaciones. Una periodista es autora de lo que escribe. Puede recibir críticas fundamentadas, pero tiene derecho a defender su trabajo. Su punto de vista. Su titular. El tono de lo que cuenta. La elección de las preguntas. El medio es solo el soporte.

A mí me gustaba mucho entrevistar. Disfrutaba un montón. Cobraba 250 euros por mi trabajo. Un trabajo arduo en el que dedicaba horas personales y horas laborales. ¿Cómo se pagan unas y otras?  Las primeras no se pagan. Las segundas se pagan poco. Preparar el cuestionario, informarme, formarme, interesarme, entusiasmarme con el personaje y con el tema. Editar el texto. Salen pocos, muy pocos euros la hora. Desde luego, yo no hacía este trabajo por el dinero. Es una vocación y una pasión. Y por eso tenía que defenderlo ante el ataque. Pero son malos tiempos para la lírica y buenos para la ignorancia y la mediocridad. Así que en breves segundos, muy breves, dije adiós a mi trabajo: o era mío o no era.

Pero me olvido de Ainhoa.

Imaginen un pueblo en El Gohierri, un valle guipuzcoano de ensueño. Un caserío blanco mirando a los montes. Y ahí, entre las piedras, una pareja. Ella soprano, él viololonchelista. Ella española; él holandés. Y toda una mañana por delante para hablar de música, de viajes, de ciudades, de teatros, de interpretaciones. De sueños y pasiones. ¿Cómo no vas a enamorarte de esta profesión?

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