Mi entrevista más querida

Mi entrevista más querida
Vicente y Ana Ferrer hablando conmigo

Don Vicente Ferrer



La oportunidad de conversar con Vicente Ferrer tengo que agradecérsela a mi entonces compañero-jefe. Fue él quien durante muchos meses hizo las gestiones necesarias que propiciaron el encuentro. Llegó el día y nadie quería perdérselo, así que Don Vicente, a quien acompañaba Anna, su mujer, se encontró rodeado de un planten de periodistas: el director, la redactora jefe y tres plumillas. Teníamos una hora para poder sacar adelante la entrevista, y allí había mucho ego. 

Recuerdo las preguntas largas y profundas del director, que eran contestadas con un monosílabo aburrido del entrevistado; recuerdo mi cuestionario al que yo no perdía de vista, porque ya sé qué sucede luego: todos nos hemos divertido mucho y hemos experimentado una reunión muy interesante, pero luego la plumilla tiene que sacar de esa conversación una entrevista y darla a leer a sus lectores. Y a éstos, la divagación les interesa poco.  

Terminada la charla yo era plenamente consciente del esfuerzo que iba a tener que realizar para sacar algo interesante, algo que compartir en la revista. Una mezcla de enfado, ansiedad y satisfacción se mezclaban. Al final todo resultó bien. Por fortuna conservé mi original que nunca vio la luz, porque al igual que sucediera en el encuentro, en el papel todo el mundo quería meter mano.

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