Degustando mi particular descubrimiento, escuché lecciones de feminismo exquisito, razonado y sincero. Cuando la conocí estaba en el ocaso de su actividad, no por vejez o incapacidad, sino, como todo lo que había hecho en su vida, por decisión propia. A Isel le he perdido de vista y lo lamento porque su discurso está cargado de sabiduría y es tremendamente original. Al menos tengo este pequeño fragmento de un pensamiento que sigue siendo muy necesario.
Esta conversación es uno de esos lujos de los que una disfruta en exclusiva de las ventajas de este oficio.
Entrevista con Isel Rivero
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